domingo, 15 de febrero de 2015

Sueño #3

-Ugh... ¿Y cómo se supone que pasaremos?- Me preguntaba yo mientras estábamos en casa de "él".
Se supone teníamos que llegar a la academia. Caminando. En medio de todo el fuego. Ya que se habían presentado fugas de gas en los conductos subterráneos, calles y casas habían explotado y ahora se encontraban quemándose. 
-Debemos tener cuidado, no sólo es que se cuiden del fuego, sino también de las personas. Desde que explotaron las cosas, muchos asaltantes han venido para saquear lugares y robar a la gente.- Tony dijo con rostro preocupado mientras nos observaba a Matías y a mí.
-¿Realmente tienen que ir?- interrumpió Ana con un rostro no sólo preocupado, sino también compungido. 
-Ann, sabes que tenemos que ir, si no vamos no podremos acabar el proyecto. Y el comandante no será capaz de soportarnos otra aunque seamos la clave del éxito del proyecto. Sabes que estaremos bien, podremos defendernos allá afuera; de por si las cosas estaban difíciles antes de este incidente..- traté de apaciguar los temores de nuestros amigos.

Por suerte, la casa de Matías estaba bien; justo desde su calle hacia el sur, las tuberías de gas estaban intactas y ninguna casa se había incendiado.
Sabía yo que por la calle derecha era donde se presentaban más explosiones espontáneas, esto porque era la avenida principal y porque al gobierno no se le había ocurrido parar el flujo de gas.
Mientras tanto, por la izquierda sólo había incendios menores.
-Estuve revisando por la noche y me di c...-
-¿Revisando? ¿Revisando cómo?- Matías me interrumpió en medio de la frase.
-Yo... Me asomé por las ventanas...- Estaba mintiendo, la noche anterior, cuando por la noche los incendios y explosiones habían mermado, salí a revisar revestida en obscuridad. Esperé me creyera pero él no era tonto y sabía que mentía, pero no me dijo nada. Me sentí avergonzada, me sentí regañada e ignorada al mismo tiempo, realmente esperé importarle aunque sea un poco a Matías pero no fue así.
-Y bueno.. La izquierda es la mejor opción ya que las casas son las únicas que se queman, no hay explosiones de la nada y creo no hay tantos delincuentes.- Mientras yo finalizaba mi frase una camioneta roja pasó frente al portón de la casa de Matías y logré ver a un viejo amigo.
-¡FRA...!- Empecé a gritar cuando se me heló la sangre, si Frank estaba aquí, de seguro Damián estaba con él. Cuando la camioneta avanzó más, ahí estaba, podía reconocer su cabello rubio cobrizo donde fuera.
Al instante ya estaba escondida atrás de Matías y hacía señas a Ana sobre que Damián estaba fuera y yo tenía que salir de ahí a la de ya.
Ana volteó y comenzó a decirle a los demás porqué rayos yo estaba escondida detrás de Matías, que tenía una cara de incertidumbre total.
La camioneta dio vuelta y regresó por donde vino, Ana se asomó para ver si ya se habían ido y volteó de vuelta a nosotros con una cara algo pálida.
-Acaba de estacionarse a la vuelta de la esquina...-
-Tenemos que irnos YA.- El semblante de Matías se tornó sombrío, estaba molesto, lo sé por la forma en que giró los ojos, tomó su mochila y me observó. Corrí yo también por la mía y lo seguí, dándole espacio; era incómodo sentir esa pesadez en el ambiente de cuando alguien está molesto.
Ana estaba en shock, no habíamos planeado nada y ya estábamos saliendo del único lugar en el que podríamos estar seguros.
No quise voltear, Ana probablemente estaría llorando abrazada a Tony y era doblemente probable que yo no volvería a verla.

La tarde estaba llegando y el sol comenzaba a desaparecer, Matías caminaba rápido pero cauteloso. Yo seguía incómoda porque él estaba molesto conmigo. Él siempre solía mostrarse amable y sonriente, con todos, a mí nunca me había tratado mal y el verle así, molesto y, sobre todo, conmigo, me hacía sentir realmente mal, empeorando las cosas el hecho de que yo sentía algo por él..
Hundida en mis pensamientos, fui tomada por unas manos fuertes que me atraparon contra un cuerpo y me taparon la boca...
-Mierda...- sólo logré pensar mientras caía en cuenta que era Matías que me había escondido junto con él de unos hombres armados que iban pasando.
Segundos después me di cuenta que mi espalda estaba pegada al pecho de Matías, demasiado cerca. Su mano derecha presionaba mi boca, para que no pudiera sacar ni un suspiro. Y me mantenía firmemente apegada a él, presionando su mano en mi vientre.
El corazón comenzó a latirme desbocado, me concentré en modular mi respiración para no hacer tanto ruido, sin embargo la cadencia de mi corazón me fue imposible regularla. El pecho me saltaba, la sangre se irrigó rápidamente por todo mi cuerpo... Mis mejillas estaban ardiendo.
Cuando estos hombres se habían ido, Matías, aún sin soltarme, se asomó y verificó que el camino estuviese seguro.
Cuando por fin me soltó, comenzamos a caminar en silencio. Me sentí realmente avergonzada, me sentí estúpida, me sentí inútil, como una princesa que necesita auxilio. Siempre había odiado ser así, aunque fuera un poco. Tenía que concentrarme, yo era excelente en lo que hacía, no hacía un buen equipo con Matías.. Me distraía mucho su presencia. Tal vez debía decirle al comandante que me cambiara de compañero.. Yo simplemente no podía trabajar impecablemente si tenía a Matías a un lad...
-Estás muy delgada.- Matías dijo de la nada y esfumó la niebla de mis pensamientos.
-¿Qué?- me tomó totalmente por sorpresa.
-Estás muy delgada. Apenas si logré alcanzar tomarte hace rato, ese cuerpo te hace escurridiza.- Me sonrojé un poco. 
Caminó unos pasos por delante de mí, inspeccionó el área y, sin mirarme, me ofreció su mano. La tomé y él caminó frente a mí, protegiéndome y divisando peligros antes de que yo pudiera siquiera saber que estaban ahí.

Tenía su mano.. En la mía.. Y no se separaban ni un instante. 
Probablemente él ya lo sabía, sabía que yo sentía por él. No sabía cuándo lo había descubierto, pero sabía que sabía.
Me dolía que lo supiera, porque ya llevábamos 3 años conociéndonos y nunca había mencionado nada. Me dolía porque sabía que no estaba interesado en mí. Me dolía porque él había perdido a la mujer que realmente amaba y yo era nada al lado del recuerdo de ella.

-Espera.- le dije, me detuve en seco y nuestras manos unidas hicieron que él también parara. 
Estaban acercándose rápidamente varias presencias, eran muchas y estaban en todas direcciones..
-Mierda.. Estamos acorralados, es una emboscada.-
Matías soltó mi mano y corrió a protegerse. Yo traté de saltar a un balcón que había cerca, casi lo había logrado cuando alguien tomó mi tobillo y me jaló violentamente hacia el suelo. Recibí el impacto con el rostro y pecho.
Un crujido vino desde mi interior. Mis costillas...
Mierda, me habían fracturado las costillas derechas. Me enojé. Y mucho.
Comencé a destruir a todo quien se me acercaba. Eran mujeres, rápidas y escurridizas, como yo. Pero no podían conmigo ni con la ira que tenía de haber sido herida.
Mientras luchaba, recordé a Matías y lo busqué con la mirada. Error, un hombre, grande y corpulento me tomó por el cuello y me estampó contra la pared.
Mi interior crujió de nuevo y no pude evitar lanzar un grito estridente y lleno de dolor, el único grito que podría sacar, el impacto contra la pared había vaciado mis pulmones del oxígeno que tenían. No podía respirar, la falta de oxígeno y el dolor de las costillas rotas nublaban poco a poco mi vista y me dejaban cada vez más inconsciente...
-Matías...- pensé 
-Nunca me atreví a decirte que te amaba...-

El cielo gris ya demostraba una tarde avanzada. La luz que se filtraba entre las nubes de los incendios, era tenue y fría. Me gustaba.
Flotaba y me movía, lo veía en el cielo y en las ramas que pasaban ante mi vista sin yo mover ni un sólo músculo.
-Veo que despertaste..- Matías dijo a mi oído suavemente, apenas rozando sus labios con mi oreja y dejando que su cálido aliento me acariciara la piel.
Volteé a verle y vi una larga y gruesa línea roja que salía de su frente y recorría todo su rostro hasta donde terminaba su quijada, la sangre goteaba.
Él me cargaba mientras caminaba, traté de bajarme, tenía que curarle esa herida. Por eso éramos equipo, a pesar de que teníamos las mismas habilidades en combate, yo curaba heridas, él no. Probablemente había perdido una cantidad considerable de sangre, más el esfuerzo de cargar mi peso muerto, debía estar exhausto.
Me bajó con cuidado y me puse en pie, giré para tomar mi mochila y sentí una punzada en el costado derecho. Iba a gritar pero sólo logré tomarme el costado y caer de rodillas al piso. Ese segundo impacto aumentó al doble la quemazón del dolor de las costillas rotas.
Matías me tomó por los hombros antes de que cayera mi tronco al piso y me moviera los huesos rotos y los incrustara en los órganos. 
-Dios... ¿qué hago?..- susurró Matías a sí mismo. Se arrodilló a mi lado y me abrazó a su pecho.
Comencé a llorar, a sollozar, me dolía mucho, quería que parara, tenía que curar a Matías pero no podía. Tenía que curarlo...
-Vanessa, quédate conmigo. Necesito que me digas cómo puedo ayudarte... Concéntrate, preciosa. Tú puedes, dime qué debo de hacer.- Comenzó a acariciar mi mejilla y recargó su rostro contra mi fría y sudorosa frente.
-Dime qué hacer, por favor... Por favor, por favor, por favor, por favor...- podía oír la desesperación en su voz. Tomé aire, a pesar del dolor, y le dije en un sólo aliento lo que debía hacer. Me recostó en el piso suavemente, yo volvía a estar como drogada, me volvía a desmayar. 
Entre la negrura de la inconsciencia, podía sentir unos leves pinchazos de dolor, pero eran lejanos.

Un cielo más obscuro y borroso me recibió, en un principio. Luego, una voz cuidadosa y temerosa llegó a mis oídos
-¿Vanessa...?- Matías estaba observándome con preocupación en su rostro.
-Hola tú...- sonreí débilmente.
Matías me levantó con cuidado del piso, me apoyé en mis manos para poder levantarme. Me sorprendí, tenía tratados los huesos rotos.
-Graci...- comencé a decirle como pude cuando me apegó a su pecho, mi rostro quedó donde su corazón latía cálido y lento en mi mejilla. Por un momento, sentí cómo sus labios se posaban en mi cabello, como si fuera un beso que trata de pasar desapercibido.
Sentí una línea caliente y húmeda que se desplazaba por mi frente, pasando por ojo izquierdo y saltando a mi mejilla. Matías se separó y me miró.
-Lo siento, te acabo de manchar...-
-¡Estás sangrando!- Me incorporé y senté lo más rápido que pude,
-Pásame mi mochila- le pedí mientras me sentaba sobre mis piernas.
Me pasó la mochila y comencé a sacar las cosas.
-Ven, recuéstate, te voy a curar.- Matías se confundió un poco pero hizo caso, se sentó a mi lado y posteriormente recargó su cabeza en mi regazo.
Acomodé todo lo que necesitaba al lado izquierdo. Comencé a limpiar la sangre de su rostro, cambié mis movimientos certeros por suaves caricias con la toalla húmeda, observé sus facciones y las grabé en mi memoria... Sus ojos, su nariz, sus mejillas, sus labios...
Paré de hacerlo cuando me di cuenta que desde abajo, él observaba mi rostro. Volví a la frialdad y precisión, con las mejillas levemente coloradas.
Cuando comencé a coser la herida, él daba pequeños brincos y fruncía el ceño.
-Ya casi acabamos, aguanta un poquito, ¿sí?- le sonreí como si fuese un niño pequeño, él se sonrojó un poco y desvió la mirada.
Acabé de poner el parche y no pude evitar acariciar su cabello. Necesitaba de alguna manera sacar aunque fuera un poco del amor que sentía por él, ya mucho tiempo había controlado mis impulsos por abrazarle, besarle, decirle que le amaba...
-Listo, ya no estás roto. Ya te compuse.- volví a sonreír de la manera más dulce que mi corazón me dictó.
Me miró fijamente unos segundos confundido pero luego me sonrió.
-Gracias.- dijo con alivio y se incorporó.
Guardé todas las cosas de vuelta en mi mochila, me paré e iba a echarme la mochila en el hombro cuando Matías me la quitó de la mano y la cargó él.
-Estamos demasiado cerca, ya casi lo logramos, vamos.- Comenzó a caminar y así también yo lo hice. Sin mirar atrás, me ofreció de nuevo su mano y volví a tomarla. Pero esta vez fue diferente.. No sólo fluía sentimiento por parte mía, ahora también su mano me dejaba sentir algo, algo que nunca había sentido por parte de él.

Llegamos a nuestro destino, no podía creerlo, lo habíamos logrado. En cuanto llegamos, fuimos a reportarnos con el comandante, quien impresionado por vernos ahí, nos permitió descansar unos días antes de volver al trabajo.


El sol se estaba ocultando, ya no había una densa cortina de humo en el cielo que obstruyera sus rayos. La tarde era cálida, con corrientes de aire fresco.
En el patio de la academia, el ambiente era demasiado agradable para un mundo que se encontraba en medio de la destrucción total.
Miraba distraídamente el atardecer cuando una figura se interpuso entre el sol y yo.  Traté de tapar mi vista del sol para ver quién era, sin embargo no dejaba de ser una sombra.
Cuando la figura llegó a mí, vi que era Matías. Como siempre, me puse nerviosa pero traté de actuar lo más natural posible.
-¡Hola! ¿Qué haces aquí? ¿No tenías entrenamiento hoy?- pregunté para evitar el silencio
-Hola Ness. Pues sí, tenía entrenamiento pero pedí un descanso, necesito hacer algo urgente.-
-Oh, ya veo. Entonces no te detengo más, mucha suerte.- Me paré de donde estaba sentada para despedirme. No quería que se fuera pero no sabía cómo sobrellevar una conversación con él.. Nunca había podido y siempre huía.
-Espera un poco, no seas tan brusca. ¿Sabes? Estoy muy contento de que hayamos sobrevivido y hayamos llegado bien.- dijo con un tono de satisfacción y alegría.
-Yo también estoy muy feliz de haber sobrevivido...- se me hizo un nudo en la garganta recordando el dolor, recordando que pensé que tal vez moriría...
-Gracias Matías, me salvaste la vida...- no logré acabar de decir cuando las lágrimas comenzaron a brotar a borbotones.
Él me abrazó y acarició mi cabello mientras yo lloraba como niña pequeña en su pecho.
-De verdad me alegra que estés bien y a salvo, preciosa..- pegó sus labios a mi pelo como aquella vez cuando yo estaba casi muriendo.
Volteé a verle un poco confundida y él sólo me sonrió, acercando lentamente su rostro al mío. Tomó mi rostro entre sus manos y sus labios se encontraron con los míos, se separó para ver mi reacción. 
Dios mío, ¿que acababa de pasar? pensé totalmente aturdida. Pero de un momento a otro, toda duda desapareció y las ataduras a mis impulsos que tanto tiempo había tomado crear, cayeron, se destruyeron, desaparecieron. Tomé su rostro con mis manos y lo besé desesperadamente. Me abrazó mientras todas mis emociones salían por mis ojos, mis labios, mis manos...
Fui yo la que se separó después para ver su reacción. Sonreía dulcemente, con las mejillas algo coloreadas e incluso hasta logré alcanzar a ver un pequeño brillo en sus ojos.

Por un momento me ilusioné, cuando me di cuenta que era mentira.
Él no podría haberse fijado en mí, no me quería y yo y todos lo sabían.
No había olvidado a Marlene, ni lo haría. Seguía herido y durante un tiempo le hizo frente solo, quizá ahora sólo buscaba una manera de huir... Acompañado.
No tuve que pensarlo mucho, no me molestó que me usara, realmente no me importaba.

Porque, sin duda, arrancaría de mí para completarlo a él.